El 13 de diciembre celebramos el día de Santa Lucía y Santa Otilia, patronas de la vista y los oftalmólogos la primera, y de los ópticos-optometristas la segunda. Sin embargo, salvo el día, no coinciden en el tiempo. Pero sí tienen una curiosa coincidencia: ambas se celebraban, en la Baja Edad Media, el día del solsticio de invierno. Santa Otilia nace en el siglo VII (alrededor del 660) y fue hija de un duque alsaciano. Nació ciega y, por ello, fue repudiada por su padre. Fue entregada a un monasterio y al ser bautizada por el obispo a los 12 años recuperó la visión cuando recibió los santos óleos en los ojos.
Por ello fue llamada Otilia que significa “hija de la luz”. Al alcanzar la juventud se refugió en la Selva Negra construyendo un altar al que acudían peregrinos para sanar de la vista y, posteriormente, fundaría un hospital y un monasterio benedictino siendo su primera abadesa. Falleció el 13 de diciembre del 720. Su iconografía incluye el hábito de abadesa benedictino y un libro en la mano (Sagradas Escrituras o Regla benedictina) sobre el que descansan dos ojos. Fue canonizada en el 1050 por León IX.
Si ahora el solsticio de invierno es el 21 de diciembre, ¿cómo es posible que en el siglo XV fuera el 13 de diciembre? El refranero medieval decía: “Por Santa Lucía, se acortan las noches y crecen los días”. Ello es debido a que no coincidía el año trópico con el civil.
Fue en tiempos de Julio César (46 a.C.) cuando a petición de este, el matemático Socígenes estableció el calendario llamado juliano que dividía el año en 12 meses comenzando en el mes de marzo (dedicado al dios Marte). Cada mes era dedicado a un dios, tema, personaje y los cuatro últimos al ordinal que ocupaban en el calendario. El año era de 365 días y unas 6 horas, por ello cada cuatro años se incluía un día más (dos días sextos antes de terminar las calendas) y se le denominaba bisiesto. Pero había un error, ya que el tiempo real es de 5 horas, 48 minutos y 45 segundos. Se habían generado 10 días de desfase entre el año trópico y el civil. Y, por eso, en la Baja Edad Media el refranero hacía mención al solsticio de invierno el 13 de diciembre, patrona de Santa Lucía y Santa Otilia. En 1582 el papa Gregorio XIII aprobó el llamado calendario gregoriano. Al jueves -juliano- 4 de octubre de 1582 le sucede el viernes -gregoriano- 15 de octubre de 1582. Diez días borrados de la Historia. El destino quiso que Santa Teresa de Jesús muriera el 4 de octubre de 1582 y fuera enterrada al día siguiente, 15 de octubre. Increíble, pero cierto.
Artículo elaborado por Esteban Moreno, vocal-delegado del COOOA en Sevilla.