En este artículo quiero tratar sobre un tema que ha creado una gran controversia en los últimos tiempos. El posible daño que la luz azul podría provocar en nuestros ojos es un tema recurrente y sobre el que todavía, hoy en día, se ciernen muchas cuestiones entre expertos y profesionales del ámbito de la visión.
El primer LED (Light-Emitting Diode) fue creado en 1927 por Oleg Vladimírovich Lósev. Sin embargo, su utilización comercial no se produjo hasta 1962, fecha en la que se consiguió desarrollar un LED rojo de intensidad relativamente baja con una frecuencia de emisión de unos 650 nm. Décadas más tarde, ya en el año 2014, los profesores universitarios Isamu Akasaki, Hiroshi Amano y Shuji Nakamura recibieron el premio Nobel por el descubrimiento de diodos emisores de luz azul eficiente, que ha permitido obtener fuentes de luz blanca brillantes que ahorran energía. ¿Usar estas fuentes de luz puede ser nocivo para nuestra salud visual?
La longitud de onda está relacionada inversamente con la energía de la misma. Nadie se esconde de las ondas de radio, pero sí tenemos precauciones con los rayos X o los rayos Gamma. La luz azul o luz visible de alta energía es necesaria para aumentar el contraste de las cosas pero, ¿una sobreexposición puede ser dañina? En este sentido, hay científicos que defienden que podría causar apoptosis en las células retinianas y contribuir a desarrollar patologías retinianas.
En los últimos años han aparecido sugerencias que recomiendan no solo protegerse de la luz UV sino también de la luz azul. A raíz de ello, podemos observar que no existe consenso en la comunidad científica, donde habitan dos tendencias enfrentadas sobre si es dañina o, por el contrario, necesaria.
Nuestros ojos están formados para modular la luz azul que nos llega. Precisamente, el cristalino y el pigmento macular poseen una tonalidad amarillenta para filtrar parte de este tipo de luz antes de llegar a las células fotosensibles de la retina. Hay científicos que creen que esto no es suficiente y que deberíamos “ayudar a filtrar” esta luz con filtros de absorción selectiva y/o lentes de contacto amarillas.
En una posición opuesta se encuentran aquellos expertos que la consideran necesaria porque mejora nuestro ánimo y promueven el uso de lámparas con mayor luz azul, sobre todo en personas mayores que necesitan mayor flujo luminoso. Si se quita o reduce la presencia de tonalidades azules, las escenas se vuelven menos vivas.
En mi opinión, no debemos vivir con miedo a la luz azul y estar sobreprotegiéndonos de ella. Ahora bien, en algunas retinas patológicas, filtrar la longitud de onda corta en determinadas circunstancias y para algunos objetivos visuales va a mejorar cualitativamente la visión, porque vamos a reducir el deslumbramiento producido por los fenómenos de dispersión y fluorescencia. Esperemos que 2015, año Internacional de la Luz, nos ilumine, dé respuesta a esta cuestión y nos llene de luces a todos.
1. Pablo Artal. Luz azul: ¿tan ogro como la pintan?. Jot Down.
2. Behar-Cohen F, Martinsons C, Vienot F, Zissis G, Barlier-Salsi A, Cesarini JP, Enouf O, García M, Picaud S, Attia D. Light-emitting diodes (LED) for domestic lighting: Any risks for the eye? Prog Retin Eye Res 2011;30:239-257.
3. Filtros ópticos contra el Efecto fototóxico del espectro visible en la retina: Experimentación animal. Celia Sánchez Ramos
Javier Sebastián Carmona. Óptico-optometrista. Colegiado nº 8783.
D.O.O especialista en Optometría Clínica, Contactología y Baja Visión, miembro de la International Society for Low Vision Research and Rehabilitation, secretario y miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Especialistas en Baja Visión y delegado del Colegio Oficial de Ópticos Optometristas de Andalucía en Almería.