La terapia convencional del tratamiento de la úlcera gastrointestinal consiste en el empleo de un inhibidor de la secreción ácida o de un protector de la mucosa. Este tratamiento (normalmente de 4 a 8 semanas de duración) consigue porcentajes muy altos de cicatrización. Sin embargo, tras su suspensión se observan recaídas con bastante frecuencia. Por ello, en ocasiones resulta necesario tratar las recidivas o, por contra, instaurar un tratamiento preventivo de las mismas. Este procedimiento se basa normalmente en la administración del mismo medicamento a mitad de dosis de la que se utiliza en la fase aguda, en una toma única.
La evidencia señala a la bacteria ‘Helicobacter pylori’ como el principal agente etiológico causante de úlceras, además de los tratamientos con antiinflamatorios. Por ello, la erradicación de esta bacteria se ha convertido en el puntal de la terapia antiulcerosa.
En este sentido, debemos destacar la existencia de medicamentos antiulcerosos, como los antihistamínicos, que actúan inhibiendo la secreción ácida por bloqueo selectivo de los receptores H2 de la histamina.
Se han descrito casos de visión borrosa reversible por cambios en la acomodación al usar fármacos para tratar úlceras
Todos pueden usarse en una o dos dosis diarias con índices de eficacia equivalentes. Las versiones más modernas poseen menos efectos adversos que la Cimetidina (por ejemplo, no producen confusión en ancianos) y no interaccionan con otros fármacos por inhibición del metabolismo hepático.
Sin embargo, este tipo de medicamentos pueden provocar reacciones adversas en la visión. De hecho, se han descrito casos de visión borrosa reversible debida, probablemente, a cambios en la acomodación por la utilización de medicación para tratar úlceras, como la Famotidina y la Ranitidina.
Los inhibidores de la bomba de protones son fármacos cuya acción principal es la reducción pronunciada y duradera de la producción de ácido en el jugo gástrico.
La inhibición enzimática es irreversible, por tanto el efecto terapéutico dura mucho más de lo que podría esperarse, permitiendo su administración una vez al día. Los medicamentos de este grupo parecen ser iguales en eficacia y provocar los mismos efectos adversos, siendo la interacción con otros fármacos su principal diferencia.
La incidencia de efectos secundarios de cierta importancia no supera el 1%. El Omeprazol y otros fármacos de grupo también están indicados en el tratamiento profiláctico de la úlcera duodenal, úlcera gástrica benigna, erosiones gastroduodenales inducidas por antiinflamatorios no esteroideos (AINE) en pacientes de riesgo.
En este sentido, el Esomeprazol presenta ototoxicidad. Aunque se trate de un efecto poco frecuente, puede producir vértigo. El Lansoprazol puede ocasionar reacciones adversas de 0,01 a 0,1% y trastornos de la visión, al igual que el Pantoprazol, que también produce visión borrosa. Por su parte, con el Rabeprazol, aunque muy raramente (menos del 1%) pueden darse cataratas, ambliopía, glaucoma, sequedad de ojos, visión borrosa, diplopía y dolor ocular.
Manuel Aguilar Ramírez. Óptico-optometrista. Colegiado nº 5167.
Licenciado en Farmacia por la Universidad de Granada, diplomado en Óptica y Acústica Audiométrica por la Universidad de Santiago de Compostela, IFM en la Delegación de Salud de Málaga, especialista en Análisis Clínicos por el Ministerio de Educación y Ciencia y Óptico-optometrista por la Universidad de Granada.